Entrevista a la abuela de Joan Domingo.
Mi abuela era hija de los propietarios de una pastelería en Castellón, la pastelería “El Chato”, apodo del fundador de esta (tío de mi abuela), dado por su nariz. En manos de un rico negocio, la familia se encontraba en una buena situación económica, como ahora nos contara mi abuela:
1. ¿Qué herramientas se usaban en la fabricación de los productos?
El trabajo era principalmente manual. Solíamos usar una gran cazuela donde abocábamos las claras de los huevos y el azúcar (derretido anteriormente hasta ser líquido) y lo removíamos a mano con dos grandes cucharas para hacer el merengue. Esta era una herramienta muy importante pero sin duda la que más era el horno. Primero teníamos un horno de madera pero, después de caer una bomba durante la Guerra civil, pusimos un horno eléctrico.
2. ¿Cuál era su tarea en la tienda?
Yo me dedicaba a despachar los productos que nos pedían los clientes y a cobrarlos. No había un sitio fijo en la tienda donde hacerlo, me paseaba por ella para recoger lo que me pedían y lo cobraba en el mismo sitio. Una vez acabada la jornada, se hacia el recuento de las ganancias y se dejaba en la caja fuerte.
3. ¿Fue a la escuela?
Sí. Empecé a los 4 años en la Consolación (escuela de monjas) donde tomé la comunión. Estuve hasta los 14 años, entonces me mandaron a una academia (la academia de Don Joaquín Badagán) hasta los 15 años, edad en la que me puse a trabajar en la pastelería.
4. ¿A qué jugabais en la escuela?
Pues jugábamos a muchos juegos que hasta vosotros (refiriéndose a los de mi edad) habéis jugado. Recuerdo que jugábamos al “sambori”, a saltar la cuerda, a la “trompa”, al 1, 2, 3 ¡pared! Entre muchos otros.
5. ¿Cuántos erais en casa?
En casa éramos 6 personas: mi madre y mi padre, mi hermano y yo y 2 criadas, que se ocupaban de hacernos la comida y limpiar la casa.
6. ¿Cómo era la distribución de la casa?
Bien, para empezar teníamos dos casas. Una era la pastelería en sí, y la otra era la casa de al lado que compró mi tío, que tenía un gran olfato para los negocios (siempre que había algún evento allí estaba él ofreciendo los productos de la tienda) y la compró para evitar competencia. Las dos casas estaban unidas por una escalera. Nosotros vivíamos en la casa de al lado y en la parte de arriba de la pastelería había un almacén. La casa de la pastelería tenía unos balcones con leones en los extremos, y, más tarde, pusimos también leones en la casa de al lado. El conjunto fue declarado monumento nacional, por eso no se ha podido derruir en ninguna ocasión.
7. ¿Se cuidaba la higiene en la casa?
Sí claro. Teníamos dos criadas que se dedicaban a mantener la casa bien limpia. Además, teníamos que tener una buena higiene por que el negocio lo requería.
8. ¿Cuál era la comida típica en casa?
Solíamos comer habas, patatas y paella (sobre todo en domingo).
¿Había alguna comida particular para situaciones especiales?
En general no, lo único era que delante había aperitivos, por ejemplo “agujas de ternera” que consistían en una especie de aguja (más abultada por el centro) de hojaldre, rellena de ternera y horneada.
9. ¿Qué fiestas celebrabais que no se celebren ahora?
Pues… (Se queda pensando) solo se me ocurre las fiestas de julio, que no eran nada más que bailes por las calles. Creo que no había ninguna fiesta que ahora no se celebre.
10. Parece que el negocio os iba bien ¿Tuvisteis algún encontronazo con el gobierno?
Sí. El negocio nos daba bastantes ganancias. Más de una vez vinieron a casa hombres de la Fiscalía y mi padre les tenía que pagar. No se necesitaba motivo para hacerlo, simplemente si no pagabas te detenían.
Además de eso, tuvimos suerte de que no descubrieran de donde comprábamos los productos básicos para fabricar los dulces, ya que todos ellos venían del estraperlo, porque entonces era prácticamente imposible comprarlos de manera legal.
Joan Domingo Artola
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